7 de octubre de 2016

Te extraño mujer del corazón gigante

Todxs somos reemplazables. Todxs. Siempre he creído esa frase que decía mi abuela, dura pero real. "No necesitas de nadie- decia-, sola has nacido y sola te va a morir". Siempre me pareció una exageración, pero en el contexto en el que me lo decía, siempre fue un alivio para mi corazón roto.
Tan reemplazables somos que he tenido muchas mejores amigas,  he tenido hermanas y he tenido madres. Madres que me han sermoneado cuando lo necesité,  que se quedaron conmigo de madrugada cuando tuve miedo y que cruzaron la ciudad entera porque estaba enferma.
Hoy que mi mundo tiembla siento la inmensa necesidad de ella. Hoy que tengo miedo y que no sé caminar porque tengo las rodilla dobladas necesito a esa mujer de corazón gigante, nariz fría y abrazos cálidos. Necesito canciones tocadas en una guitarra vieja. Necesito consejos de conejo y palmaditas en el poto para dormir.
Quiero pegarme a la pared, quiero hacerle sitio en mi cama, quiero despertarla a besos y jugar a las cosquillas. Hoy quiero almorzar arroz con palta y ver televisión toda la mañana. Quiero sentir el olor asido de su perfume y que me despierte de esta pesadilla.
Quiero cerrar los ojos fuerte y escuchar su voz, sentir el ritmo de su risa. Quiero sentir que ne abraza cuando duermo y que me despierto junto a ella. Quiero tanto y sueño tan poco.
La verdad es que hoy que mi mundo tiembla, me resulta imposible no derramar lágrimas negras pensando en el silencio de su voz ausente, de su vacío en mi espacio, del silencio en mi corazón, del polvo acumulado en las cuerdas de guitarra. 
Mamá, sí,  tú mamá, tú que no me lees, que no me aconseja, tú que no estás, no eres remplazable. Hoy con el mundo destruido durante el temblor solo puedo pensar en la falta que me haces, en la falta que me hacen tus consejos, tus palabras, tus abrazos y tus besos con narices frías.
Tan reemplazables somos que me vuelvo loca tratando de imaginar o de recordar el sonido de tu voz, el movimiento de tus manos mientras me abrazaban.
Me encantaría decir que lo lamento, que si yo hubiera sabido el corto tiempo que te tendría lo habría hecho todo difernete, te habría hecho más masajes, te habría besado más, te habría preguntado muchas cosas, te habría pedido consejos que jamás tomaría, te habría tocado hasta poder recordar cada peca y cada marca de tus brazos. Pero lo sabía y te tenía miedo.
Hoy también tengo miedo. Tengo miedo porque no puedo escuchar tu voz en mo cabeza,  porque puedo verte sentada en sillón blanco tocando la guitarra, pero la película ha pedido el sonido.
Tengo miedo y no estás a mi lado y no sé qué me dirías y hoy más que nunca, con el mundo de cabeza, amaría tenerte parq un consejo más uno que hace catorce años no pude pedir.
Tan reemplazable somos todos que los reemplazaría a todos por 5 minutos a tu lado.

30 de septiembre de 2016

¿Acabó ya el temblor?

¿Qué pasa cuando termina el temblor? No es que esté tratando.de citar a Soda o algo así. Solo que el temblor ha pasado y no sé si he quedado en pie, de rodilla o acostada.
Ya no me tiemblan las rodilla pero siento el temblor ahogado en mi pecho, el dolor en las cosillas, la garganta desgarrada y la cara colorada.
7 años 7 meses y 16 días de temblor, vértigo y mariposas en la panza han terminado y mi nariz helada no sabe si enterrarse en nuevos sabores o limpiarse las lágrimas.
Todo acaba. El punto final llega ala cuentos. Los finales felices pasan en las novelas. La vida real es menos colorida. Pálidas eran tus manos sobre mis muslos, hoy helados y firmes alejados del temblor de sentir tus piernas entre las mías. Hoy mis labios no queman y mi cuello no se vestirá a juego con Octubre. Pero me siento muy cercana a ese mes, me siento muy herida y sobre todo, me siento apaleado y amarrada a una columna después de una traición.
Aún puedo escuchar tu voz retumbando en mis oídos diciendo que me amas antes de dormir, aún siento tu espalda en mis labios, aún siento tus caderas junto a las mías y aún puedo ver el vaso llenarse de lágrimas derramadas.
Esa última gota se ríe, es casi un triunfo para ella ser la última y ver como chorrean las demás temerosas pero decididas a mezclarse con la madera. Qué poético, 7 años, 7 meses y 7 soles vale nuestro amor. En esa fosa donde enterraré millones de peluches y fotos meteré también esos 7 soles con una sonrisa. 7 años, 7 meses, 7 soles y 7 lunas voy tardaré en olvidar.

27 de septiembre de 2016

Eres canela

Anoche cuando me levanté soñé que soñabas mientras el sueño acababa. Desperté sobre nubes duras, pesadas y frías que se reusaban a moverse y servirme de puente hacia mi camino - cualquiera que este fuera-. Esperaré por la esfinge, pensé y traté de lucir todo lo tonta que soy esperando un acertijo sencillo, pero la esfinge tomaba sol en Egipto y sobre las nubes la lluvia era tan fuerte no me dejaba continuar, ni pensar.
Las ideas brillantes llegaron junto con el Sol, saltar siempre ha sido una idea con la que coqueteo pero con la que jamás cierro el trato. Tal vez necesitaría que la esfinge me empuje, me empuje directamente al meneo de tu cuerpo blanco para aferrarme a los lunares de tu espalda y soportar la caída.
Desde abajo algo me empuja y caigo gritando y mientras grito la boca se me llena de risas y palitos de canela. Todo huele a canela, tu cabello alborotado,  tus lunares, tus manos coloradas por el calor. Te veo, por primera vez te veo, yo que te he visto tanto te veo, te veo y tú me ves, me ves y somos reales por ese instante, ese instante en el que te digo que los sueños son reales y la realidad son ilusiones deprimentes.
Quiero decir tantas cosas, pero te estoy viendo, las palabras tienen que esperar,  el reloj debería esperar va muy rápido y es hora de dormir, dormir y que la realidad se acabe. El reloj avanza y tú me sonríes, sonrío también pero tímida y tú me sonríes con dulzura.
Todo es rojizo y huele a canela. Y la realidad se termina y yo que he saltado entre nubes para mirarte en tu cumpleaños me meto a la cama sonriendo y con el olor a canela metido en el corazón porque no hay mejor realidad que la que es una fantasía.

20 de agosto de 2016

Arroz con palta


Hasta hace unos años yo solía creer en silencio que volvería, como en las novelas mexicanas donde lo muertos nunca están muertos sino que tienen amnesia y están perdidos por el mundo, millonarios e infelices esperando volver, planeando una venganza gigantesca que en el mejor/peor de los casos terminará con algunos muertos y muchas lágrimas.
Durante muchos años esa idea fue un consuelo para mí, una idea que me daba vergüenza decir en voz alta por lo absurda que es, pero que cuando más sola me sentía, me sirvió de consuelo y de compañía.
Hoy no creo que vuelva, han pasado ya tantos años que dudo que tuviera éxito esa novela. Y es que hoy no tengo una idea absurda y alocada que me haga creer que la veré de nuevo alguna vez, pero como me gustaría que así fuera.
Quiero creer que saldrán pollitos de los huevos si los pongo bajo el calor de una lámpara, quiero creer que si pido un deseo en los túneles aguantando la respiración se hará realidad,  quiero creer que mi ratón se fue a buscar a sus papás y más que nada en este mundo quiero creer que la veré algún día, así sea una sola vez, quiero creer más que nada que existe algún tipo de magia, hechizo, conjuro o religión que hará que estemos juntas una vez más, que sentiré su nariz helada, que me cantará o que escucharé su risa que ya no recuerdo.
Un día como hoy hace 14 años y casi dos horas la perdí, un día como hoy hace 14 años tenía tantos recuerdos, recuerdos tan frescos que sentía que me iba a morir por no tenerla, porque no habrían más mañanas de los sábados comiendo arroz con palta en la cama, porque no habrían más días de música y de guitarra. No sé si decir que la extraño tiene sentido ahora, pero extraño cada día que me quitaron a su lado.


Quiero creer en las novelas mexicanas, quiero creer que habrá más arroz con palta en las mañanas.

31 de julio de 2016

Primera vez

Odio hablar de mi primera vez, lo odio. Aún puedo ver sus ojos celestes frente a mi, su cara colorada, sus labios hinchados, el sudor en el pecho como río entre montañas. Lo odio. Odio sentir el nudo en el estómago cuando me dijo: "has hecho esto antes,  ¿verdad?". Odio que me haya hecho parar para preguntarme la edad y odio que se haya mojado más cuando se la dije.
Mi primera vez no fue como los cuentos de hadas, he tenido tantas primeras veces que no puedo contarlas con los dedos, he fingido ser virgen y menor de edad tantas veces con ese uniforme viejo de cole que jamás usé con tantas ganas. Tengo primeras veces para escoger y siempre escojo la misma.
Siempre elijo la misma,  esa en la que la vecina bastante mayor que yo me invitó a su casa a ver no sé qué en la tv, se quitó los zapatos y me fue arrinconando contra la pared helada y esmaltada, esa en la que inconscientemente mis labios y mis piernas se abrieron... sus manos pecosas recorrían mis piernas blancas y antes que yo pudiera siquiera contestar, introdujo un dedo dentro de mí y luego otro y otro. Jamás despegó sus ojos de los míos, vi explotar cientos de fuegos de colores en el azul de sus ojos y sentí el calor de la hoguera más profunda de la tierra dentro de mí.
Siempre elijo la vez que me acarició la espalda y sin de dicir una palabra me azotó tan fuerte hasta hacerme sangrar, elijo el pánico que sentí mientras trataba de mantener el equilibrio,  elijo el temblor en mis rodilla.
Tantas primeras veces, primeros bailes, primeras coreografías, tantas primeras torpezas, tantos primeros aciertos, primeras explosiones. 

11 de julio de 2016

Me gusta mi vagina

Me encanta mi vagina.
Amo mi vagina.
La amo cuando tiene sed tanto como cuando es fuente.
La amo molesta e irritada. Angustiada, ansiosa y adolorida.
La amo cuando se llena a orgullo y penetra, cuando decide ser penetrada.
La amo sobre todo cuando se deja conquistar por la Luna, cuando devuelve su coqueteo pintando rosas rojas a su paso.
La amo cuando sus risas perfuman los jardines.
Lloro de amor cuando se marchitan sus flores, cuando se pierde el rojo, cuando se acaban los pigmentos.
La amo sobere todo cuando mojan de vida las sábanas.
La amo cuando baila con el mar, cuando se llena de esa espuma infinita.
Más que nada la amo cuando late al ritmo de mi corazón y al ritmo del temblor de mis piernas.
Me gusta mi vagina.
Me gusta verla reflejanda en los espejos, amo ver como sonríe coqueta y colorada.
La quiero y la acaricio, la acaricio y ella tiembla agradecida.
Me gusta cuando se deja acariciar por otras manos, por otras texturas.
Me gusta verla altanera, enfadada y desgarrada de tanto amor que nos damos.
Me gusta su angustia, pero sobre todo me gusta su paz, su silencio, su alma.
Amo mi vagina.
Me encanta mi vagina.

27 de junio de 2016

Nada es mí es verdad

Me duele verme, es la verdad. No es que importe. Realmente ya no diferencio lo que es verdad y lo que me digo queriendo que lo sea. ¿es esto verdad? ¿es verdad que me he mentido tanto que ya no sé quien soy? Tal vez esto sea lo primero honesto que he dicho en mi vida, tal vez eso también sea otra de mis mentiras. Tal vez no me duele verme, tal vez me alegra saber que he logrado lo que siempre quise lograr. Tal vez me alegra saber que soy eso que quise ser. Esa perra fría que cuando se mira al espejo ve cualquier cosa menos una forma conocida.
La que debería ser mi jefa me preguntó qué porqué "siempre" me visto negro, para reconocerme le respondí y todxs se rieron, pero ¿y si es verdad? ¿Qué pasa si es verdad que  sin ese negro encima soy cualquier forma irreconocible? "No te reconocí porque no estás negro", qué rara y a la vez que común es esa frase para mis oídos.
Tengo tantas cicatrices como mentiras acerca de ellas, tantas pecas como ganas, tantos lunares como heridas y tantos pelos como ladrillos sobre los que he construido a una idiota que se pinta los labios de rojo y hace muecas en las fotos porque siempre piensa que su sonrisa es demasiado falsa, solo su sonrisa piensa la ilusa.
Esa soy yo, una obesa que dice que se ama y que no baja de peso porque le gusta verse gorda, cuando la verdad es que no lo hace porque tiene miedo, una necia que dice que la sociedad no impondrá sobre su cuerpo y lleva orgullosa un bigote cuando la verdad es que simplemente es demasiado floja para sacarlo. Tatuada, perforada, mutilada. Una miedosa que ajusta y tiembla porque se siente retada cada día. Mi único secreto es que no tengo idea de como suena mi risa porque hace demasiado que no me río de verdad sin utilizar drogas y estoy harta de escuchar que me digan que no me río lo suficiente, digo que lloro a diario y también es mentira, digo que tengo orgasmo y también son mentira.
Este cuerpo siente menos de lo que me atrevo a confesar. Tengo un hombro fuera de su sitio hace más de 4 días y la mano me tiembla tanto que me está costando lágrimas escribir esto, la verdad es que no me duele, no puedo ni agarrar el puto tenedor, pero no me duele. Y llevo 4 días sin mover un dedo en mi casa porque me muero de dolor.
Me violaron, me amaron, me pegaron, jugaron conmigo,me besaron, me insultaron, me protegieron,  me usaron, me acompañaron, me botaron como a una perra a la calle, me traicionaron,  me ignoraron, me desecharon, me llamaron y volví como esa perra, esa perra que comió, mamó, mordió, jugó, gritó, rió, lloró, traicionó y usó.
La verdad es que amo que me digan perra. La verdad es que me encanta el sexo con mujeres, con hombres, con trans, con queer, con cualquier forma viviente con quien se pueda tener una relación consensuada. La verdad es que sueño con ser poeta, la verdad es que hubo una época en al que creía que tenía talento. La verdad es que no siento placer desde hace 5 años que dejé de mutilarme y ya ni recuerdo porqué. La verdad es que odio ser mujer pero amo tener vagina. La verdad es que odio que me digan perra. La verdad es que todo lo que he escrito es mentira porque no tengo ninguna verdad que contar, porque nada en mí es verdad. 

21 de junio de 2016

Puedo sentir la Hidra

Puedo sentirlo, ¿sabes? Siento el frío que sube por entre mis piernas, siento el sudor mojando mi espalda, el temblor en mis rodillas, los vellos erizados. Cierro los ojos y casi pudo probar en mis labios la sal de tu curvas, de tus movimientos ondulantes y rebeldes, casi puedo oír el eco de tu baile descoordinado y rítmico.
Puedo y siento, siento como mis músculos se tensan, como mi cabeza duda antes de zambullirme por completo en tu olor y tu espuma, siento la necesidad de correr en dirección contraria a ti y sin sin embargo corro como un niña con lo abrazos abiertos sabiendo que terminará con la carra embarrada de arena.
Estoy temblando y siento el calor que empieza a apoderarse de mí, la cara roja, las rodillas temblando, con la boca húmeda pero muerta de sed me vuelvo a zambullir en ese meneo intermitente, entre el azul, la espuma, el marrón, la sal, el verde, entre tus curvas infinitas. Estoy templando asustada, estoy temblando entumecida por el frío, estoy temblando apasionada, estoy temblando del calor en mi entrepierna que endurece mis músculos, que tensa mi cuerpo, que eriza mi vello.
Puedo oír el canto de las sirenas, sentir sus susurros arrastrándome hasta el final, sus voces humedeciendo mi labios, puedo ver el reflejo de la luna, altanera, retadora y aún así tan tímida que no se atreve a presenciarlo,
La marea se va apoderando de mi manos, roza la punta de mis dedos y recorre el resto con la suavidad de una viola vieja, me toma por los hombros y recorre mi torso, mi estomago blando, mis senos erectos, mi cuello entregado ante el aliento cálido y embriagador de la Hidra. 

30 de mayo de 2016

Amazona

Esa sonrisa que más parece una mueca y esos rizos desordenados hacen que me hierva la sangre, que me quemen las manos que juegan inquietas y que no puedo controlar, que me latan húmedos los labios y que pierda la razón.  
Rizos alborotados tiñendo de color las sábanas de este hotel barato, gemidos cálidos que arañan mis caderas, uñas que acarician mis muslos. 
El gris de la pared arde de deseo al compás de tus caderas. Cabalga, amazona, pienso aferrándome al rojo de tus nalgas y sonrió sintiendo esa nariz a juego que trata de alcanzar al oxígeno que se escapa de la habitación.  
Mis manos se hunedecen con el más dulce de los sabores y mi garganta se seca y se desgarra al ritmo de tu baile.
La noche es espesa, y entre en negro y la neblina; el rojo, el calor y el sabor se hacen más intensos, me embriago con facilidad bebiendo de tus muslos, saboreando los lunares de tu espalda y el perfume de tu nuca. 

24 de mayo de 2016

Devuélveme el fuego

Cuanta razón tenías al reírte de esa niña, Silencio. Si pudiera dejar de llorar, también me reiría. Soltaría las carcajadas más fuertes jamás escuchadas, me reiría de sus manos tibias y sus teoremas matemáticos, de sus pruebas científicas y de las verdades gritadas al viento. Si pudiera, si pudiera yo también reiría.
Los gritos revotan entre las paredes manchadas con las huellas de sus manos, murmuran entre los silencios y tú, Silencio, los acompañas con una carcajada fría que sabe a princesas.
El primer amor nunca es el verdadero, es solo un cuento que esta vieja vestida de negro repetirá cuando nadie esté para oírla. Una vieja que extrañará el fuego regaló entre besos dados en sueños y entre los cuales se cuela la eternidad. Sonará en su cabeza las frases dichas mientras se congela, mientras pierde el fuego :"... Quiero regalarte el fuego, quiero regalarte la eternidad, mis días [los buenos y los malos], quiero regalarte , quiero regalarte la certeza de saber que estoy destinada a amarte y que pelearé para que sea para siempre, que pelearé para cumplir mi destino, mi destino que es amarte, mi destino es tener el final feliz que prometen los cuentos de hadas, quiero regalarte el fuego, quiero regalarte la eternidad..."
Silencio, ríe, ríe. El mismo frío que ha congelado mis lágrimas me impide reír y si hago silencio casi podre escuchar a la vieja repetirse una y otra vez como es que perdió el fuego, como es que regaló la eternidad. 

28 de marzo de 2016

Culpa

-¿Es necesaria la risa?
-Sabía que esto pasaría- Sonríe conteniendo la carcajada- Haz vuelto. Por un motivo u otro, siempre...
-¡No siempre!
-... siempre corres como niña chiquita a refugiarte de tus malos pensamientos encerrada entre el verde, la madera y el escritorio. ¿De qué tiene que arrepentirse hoy la niña? ¿Qué maldad, qué mentira han dicho esos labios? ¿Qué cama ha recorrido?
-¿Sabes cuantas veces...?
-Cientos veces.
- ¿..dije que lo prefería muerto? Y ahora está ahí, sobre el acero frío, asustado, tratando de hacer bromas y yo, yo estoy sola, hace calor, sudo y tiemblo. ´
-Tiemblan juntos.
-No estamos juntos. Él está ahí dentro y yo....
-Y tú estás escondida tras el escritorio sintiéndote culpable por todo...
-¡No te atrevas a decirme como me siento!
-... culpable por no estar con ella, por no estar con él, por estar nerviosa, por tener miedo, por querer llorar. Te sientes culpable por hacer bromas, ¿saber por qué? porque tienes miedo, miedo de reírte tan fuerte que empieces a llorar.
-¿Sabes cuantas veces pedí que ella vuelva a cambio de él? ¿Sabes cuantas veces lloré porque él me abrazaba y no ella? ¿Cuantas veces lo maldije y la maldije a ella? Y ahora...
-Y ahora sientes culpa.
-Y ahora tiembla, tiene frío, tiene miedo, no hace bromas y tiene hipo. 

14 de marzo de 2016

Jamás hubo, jamás habrá

Lluvia negra que moja el rojo de sus labios, la noche amarilla moja las lunas de esos altos y fríos monstruos de colores. Llueve y duerme. Llueve y hoy duerme y no está sola. Llueve, duerme acompañada y ama. Gira en la cama, se rasca la oreja, vuelve a girar, abre lo ojos, sonríe, besa, vuelve a girar. Suspira, sonríe.
Pinta de rojo su sueño sobre la tela, sobre su cuerpo. La humedad de los colores la despiertan y al ver su lienzo derrama unas lágrimas pálidas. La lavadora remueve las últimas manchas y el agua caliente sobre su cabeza remueve sus últimos sueños, esos que niega por miedo a aceptar, por miedo a perder, por miedo a nunca haberlos tenido. "Nunca hubo, jamás habrá" piensa mientras el agua corre entre sus piernas. Ella seguirá pintando de color sus días desde abajo del escritorio, seguirá perdiendo su sueño entre las sábanas purpuras, seguirá despertando de madrugada por los gritos lila de la humedad. Seguirá perdiendo lo que jamás habrá atreves del rojo de sus lágrimas.
Los colores no bastan. El blanco no basta. ¡NO BASTA! Blanco, rojo, morado, rojo otra vez. El blanco se tiñe y el rosa se pudre. Las caricias cortan y las palabras golpean. Le miran, lo disfruta, muestra con el orgullo de una novia sus nuevos brazaletes lilas y sus ojos de diamantes. Lo disfruta, le excita mostrar la sangre que corre por entre mis labios, tanto como le hacía gemir de placer que rosara su cuerpo hasta que no quede más que el azul de sus besos, la sangre de sus manos y los cortes de sus suspiros.
Lleva el peso de su  diminuta ausencia. Lleva el peso del rosa de su presencia. Lleva la responsabilidad de los años grises que les faltarán. No le tiene. Y sus rodillas se dobla. El cansancio moja sus ojos. Le duele. Le falta. Le duele el vacío de la panza al no tenerle. Le duele extrañarle. Le duele no recordarle. 
Con el vientre vacío y el rojo entre sus piernas llora por los lágrimas que jamás fueron derramas. 
Todo empieza, termina. Termina pero jamás empieza.

4 de marzo de 2016

Caos

Memoria muscular.
Te montas en una bicicleta  y cruzas la arena
después de haber estado encerrada.
Equilibrio, pedales, timón, cabeza arriba.
Como cuando pasa y de repente sonríes
luego recuerdas y bajas la mierda.

El cuerpo recuerda. Mi cuerpo lo recuerda.
Recuerda como el calor se le chorreaba por entre los dedos,
recuerda la humedad, la recuerda el frío.
Recuerda  los gritos, las voces, las prisas,
y de pronto, el silencio, silencio, silencio,
ese silencio que emite un cuerpo cuando tiembla solo.

Solo con el nombre en la pantalla,
el cuerpo recuerda, memoria muscular,
la madera teñida bajo mis pies mojados,
amarillo lleno de espuma, olor a lejía y la sangre.
las marcas en mis rodillas raspadas,
el sudor, la sangre, el detergente manchándome las manos.

Incluso cuando cree que ha olvidado, vuelve a recordar.
Incluso cuando cree que ha perdonado, vuelve a arder.

Movimiento, rugidos, suspiros, gemidos. Gritos.
Él llamó, yo me masturbaba. ¡Qué bajón!, pensé.
Volvió a llamar y ya lo sabía, me paré, respiré,
teléfono suena, los gemidos retumban,
Y yo de pie frente al espejo practiqué la mejor sonrisa,
busqué el calzón negro entre la ropa de cama azul, colgué.

Solo un minuto de silencio antes del caos.
Silencio.
Blanco.
Silencio.
Blanco.
Caos.

25 de febrero de 2016

Huele a rojo y negro

-Podría pasar la eternidad enterrando mi nariz en tu nuca.

Olía a rojo, su cuerpo, sus manos tibias. Sus mejillas coloradas, sus labios después de besar los míos, su nariz cuando estaba apunto de explotar de pasión, sus caderas cuando mostraba las huellas de las mis manos.
El rojo de su piel y la sangre de nuestras espaldas nos embriagaban y nos impedían alejarnos de esa cama blanca donde sus pantalentas negras de encaje rompían mi sensatez.
Su piel blanca se erizaba con el rose de la punta de mis dedos. Hablaba. Hablaba con ese acento el cual yo no entendía pero debilitaba mis rodillas.
Bailaban sus senos blandoas sobre mis caderas y sus pezones colorados me retaban con su altanería.  Devorarlos. Perderme de en el sabor de su pecho era más de lo que podía pedir.
De pie, sintiendo el gris frío en la espada y lo tibio de sus dedos recorrer mis muslos mientras su lengua conversa con mi pecho, msi caderas tiembla y casi podía  sentir su sonrisa moriendo mis pezones erectos. Mis piernas tiemblaban,  me tambaleaban, me aferré al lunar de su espalda como un escalador lo haría del precipicio.
Gemidos. Los suyos los míos, y los de esos chicos en la habitación de al lado.
Encaje negro en el piso. Tomo sus cabellos rojizos desordenados y cuento una a una las pecas de tu espalda, sus caderas bailan contra el gris de la pared mientras súplica que entierre mi cabeza en su su cuerpo.

-Podría pasar la eternidad enterrando mi nariz en tu nuca.

Cuando me acurruqué en busca de los rizos rojos desordenados ella ya no estaba, ni el vestido blanco que adornadaba la falsa madera, ni los gemidos de las otras habitaciones. Allí estaba yo, con un temblor en las rodillas y un sabor dulce en los dedos.

9 de febrero de 2016

s/t

Tu estúpida necedad de ser la del espejo


me supo conducir hacia aquella moribunda sirena.


Sus cabellos negros flotaban en la húmeda arena,


a la que no debió jamás llegar,


había abandonado su escamosa piel.


Lloraba suplicando, por fin, morir.


Sus labios rojos se mojaban en verde.


Heroína frustrada, no has podido salvarme


te aferras a un inexistente junto a mi carne podrida


y ahora, la amarras a lo que ella quiere abandonar


la atas a una vida que muere por dejar


Esa mujer de labios gruesos envuelta en sus ondas


vuelve de entre las peligrosas penumbras


buscando el camino hacia la insensible oscuridad.


Como una Afrodita se sumerge en su infinito mar


confiando en que la muerte la vendrá a buscar.


Y has llegado, pescadora de almas,


tratando una sierva de recuperar.


Mi sirena regresa al mar


mueve la cola, se zambulle, desaparece


sonríes complacida, ella es la que vivió


mientras yo, acaricio cada marca, cada cicatriz.


Olas que mueren en mis muslos


por cada golpeteo, una gota más

Mangas negras

Una tarde más de esas. Un sábado más sin nada en especial.
Un sábado gris de mayo que me llena de agua los pulmones, cuando como un niño emocionado trato de absorber el recuerdo de un mayo con luz.
Cada sábado el mismo nerviosismo. La misma chompa negra como si no fueran a reconocerme sin ella. Nada cambia y sin embargo nada es igual. Las mimas mangas largas, los mismo rulos despeinados escondiendo bucles. Espero de pie junto a una silla al medio de salón. Nerviosa jugando con una botella de coca cola.
Nerviosa espero una tarde de esas.
Llegan. Toman sus asientos. Silencio. Nadie habla. Las miradas se cruzan pero nunca se fijan.
Una vez más me toca empezar. Aún no he dicho mi nombre y ella empieza a llorar, quiero abrazarla. Quiero decirle que mi corazón se rompe con cada lágrima, que mis antebrazos sangran con cada sollozo.
Nos saludamos. Nos damos las manos. Jugamos. Reímos [Todas menos ella].
Historias vienen y van desgarrando nuestros oídos. Algunas lágrimas, algunas risas, algunos sollozos [los suyos].
Nos ponemos de pie. Nos despedimos. Nos damos las manos. Jugamos. Reímos [Todas menos ella]. Dejan sus historias.  Ella cuelga su historia en sus hombros y lento con el peso de la casa destruida se pone en marcha y limpia una de sus lágrimas. Toma un poco de agua, un kleenex. Levanta la mirada y una lágrima rueda por su mejilla de nuevo.
Las paredes pastel son oscuras como el cielo de Lima. Oscuras como las huellas en sus muslos y muñecas.
Me acerco, ella retrocede.
La recogen como cada sábado. El auto se estaciona y ella tiembla. Inconscientemente acaricia sus muslos. Suena la bocina. Las lágrimas ahora son chorros.
Cruza el umbral de la puerta.
Abro la puerta del auto. Digo hola. sin levantar la mirada y escondo los antebrazos bajo las mangas negras. Tomo asiento. El auto avanza en silencio. Frena. Tomo un trago de coca cola. Una lágrima cae por mi mejilla. Acelera. Frena frente a la casa destruida.
Nada cambia. No es más que un sábado más sin nada en especial.