9 de julio de 2009

Diciendo verdades*

Aaaaaaaaah! ¡Gritar!. Grita, si no tienes voz grita. ¡Griiiiiiiiiiiita!
¿Qué haces cuando tienes que pararte sobre las piedras y decir una verdad?, ¿qué dices?, ¿mientes?
Hoy mentí. Me llamaste y colgué. Sabía que eras tú y colgué.
¿Miedo?. Sí, es miedo. Es miedo porque mis rodillas no tiemblan, porque mi piso no tiembla, porque no lo haces temblar. Hace tantos años que el dorado de tu rulos no pinta mi espalda... Y no tiemblo de miedo porque aprendí a temblar por amor. Tengo miedo porque se va de mis manos como un globo se escapa de las manos de un niño. Fui un niño. Un niño que apretó muy fuerte al amor hasta que lo asfixió. Tiemblo. Tiemblo cuando sus manos amenazan con tocarme y tiemblo hasta sangrar cuando dejan de hacerlo.
Estoy sentada y estoy temblando. Temblando del placer que provocan en mí sus palabras... Su voz.
¿Qué haces cuando tienes que pararte sobre las piedras y decir una verdad?, ¿mientes?.
Yo no mentí, pero no crees en mis verdades.