21 de junio de 2016

Puedo sentir la Hidra

Puedo sentirlo, ¿sabes? Siento el frío que sube por entre mis piernas, siento el sudor mojando mi espalda, el temblor en mis rodillas, los vellos erizados. Cierro los ojos y casi pudo probar en mis labios la sal de tu curvas, de tus movimientos ondulantes y rebeldes, casi puedo oír el eco de tu baile descoordinado y rítmico.
Puedo y siento, siento como mis músculos se tensan, como mi cabeza duda antes de zambullirme por completo en tu olor y tu espuma, siento la necesidad de correr en dirección contraria a ti y sin sin embargo corro como un niña con lo abrazos abiertos sabiendo que terminará con la carra embarrada de arena.
Estoy temblando y siento el calor que empieza a apoderarse de mí, la cara roja, las rodillas temblando, con la boca húmeda pero muerta de sed me vuelvo a zambullir en ese meneo intermitente, entre el azul, la espuma, el marrón, la sal, el verde, entre tus curvas infinitas. Estoy templando asustada, estoy temblando entumecida por el frío, estoy temblando apasionada, estoy temblando del calor en mi entrepierna que endurece mis músculos, que tensa mi cuerpo, que eriza mi vello.
Puedo oír el canto de las sirenas, sentir sus susurros arrastrándome hasta el final, sus voces humedeciendo mi labios, puedo ver el reflejo de la luna, altanera, retadora y aún así tan tímida que no se atreve a presenciarlo,
La marea se va apoderando de mi manos, roza la punta de mis dedos y recorre el resto con la suavidad de una viola vieja, me toma por los hombros y recorre mi torso, mi estomago blando, mis senos erectos, mi cuello entregado ante el aliento cálido y embriagador de la Hidra. 

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