28 de marzo de 2016

Culpa

-¿Es necesaria la risa?
-Sabía que esto pasaría- Sonríe conteniendo la carcajada- Haz vuelto. Por un motivo u otro, siempre...
-¡No siempre!
-... siempre corres como niña chiquita a refugiarte de tus malos pensamientos encerrada entre el verde, la madera y el escritorio. ¿De qué tiene que arrepentirse hoy la niña? ¿Qué maldad, qué mentira han dicho esos labios? ¿Qué cama ha recorrido?
-¿Sabes cuantas veces...?
-Cientos veces.
- ¿..dije que lo prefería muerto? Y ahora está ahí, sobre el acero frío, asustado, tratando de hacer bromas y yo, yo estoy sola, hace calor, sudo y tiemblo. ´
-Tiemblan juntos.
-No estamos juntos. Él está ahí dentro y yo....
-Y tú estás escondida tras el escritorio sintiéndote culpable por todo...
-¡No te atrevas a decirme como me siento!
-... culpable por no estar con ella, por no estar con él, por estar nerviosa, por tener miedo, por querer llorar. Te sientes culpable por hacer bromas, ¿saber por qué? porque tienes miedo, miedo de reírte tan fuerte que empieces a llorar.
-¿Sabes cuantas veces pedí que ella vuelva a cambio de él? ¿Sabes cuantas veces lloré porque él me abrazaba y no ella? ¿Cuantas veces lo maldije y la maldije a ella? Y ahora...
-Y ahora sientes culpa.
-Y ahora tiembla, tiene frío, tiene miedo, no hace bromas y tiene hipo. 

14 de marzo de 2016

Jamás hubo, jamás habrá

Lluvia negra que moja el rojo de sus labios, la noche amarilla moja las lunas de esos altos y fríos monstruos de colores. Llueve y duerme. Llueve y hoy duerme y no está sola. Llueve, duerme acompañada y ama. Gira en la cama, se rasca la oreja, vuelve a girar, abre lo ojos, sonríe, besa, vuelve a girar. Suspira, sonríe.
Pinta de rojo su sueño sobre la tela, sobre su cuerpo. La humedad de los colores la despiertan y al ver su lienzo derrama unas lágrimas pálidas. La lavadora remueve las últimas manchas y el agua caliente sobre su cabeza remueve sus últimos sueños, esos que niega por miedo a aceptar, por miedo a perder, por miedo a nunca haberlos tenido. "Nunca hubo, jamás habrá" piensa mientras el agua corre entre sus piernas. Ella seguirá pintando de color sus días desde abajo del escritorio, seguirá perdiendo su sueño entre las sábanas purpuras, seguirá despertando de madrugada por los gritos lila de la humedad. Seguirá perdiendo lo que jamás habrá atreves del rojo de sus lágrimas.
Los colores no bastan. El blanco no basta. ¡NO BASTA! Blanco, rojo, morado, rojo otra vez. El blanco se tiñe y el rosa se pudre. Las caricias cortan y las palabras golpean. Le miran, lo disfruta, muestra con el orgullo de una novia sus nuevos brazaletes lilas y sus ojos de diamantes. Lo disfruta, le excita mostrar la sangre que corre por entre mis labios, tanto como le hacía gemir de placer que rosara su cuerpo hasta que no quede más que el azul de sus besos, la sangre de sus manos y los cortes de sus suspiros.
Lleva el peso de su  diminuta ausencia. Lleva el peso del rosa de su presencia. Lleva la responsabilidad de los años grises que les faltarán. No le tiene. Y sus rodillas se dobla. El cansancio moja sus ojos. Le duele. Le falta. Le duele el vacío de la panza al no tenerle. Le duele extrañarle. Le duele no recordarle. 
Con el vientre vacío y el rojo entre sus piernas llora por los lágrimas que jamás fueron derramas. 
Todo empieza, termina. Termina pero jamás empieza.

4 de marzo de 2016

Caos

Memoria muscular.
Te montas en una bicicleta  y cruzas la arena
después de haber estado encerrada.
Equilibrio, pedales, timón, cabeza arriba.
Como cuando pasa y de repente sonríes
luego recuerdas y bajas la mierda.

El cuerpo recuerda. Mi cuerpo lo recuerda.
Recuerda como el calor se le chorreaba por entre los dedos,
recuerda la humedad, la recuerda el frío.
Recuerda  los gritos, las voces, las prisas,
y de pronto, el silencio, silencio, silencio,
ese silencio que emite un cuerpo cuando tiembla solo.

Solo con el nombre en la pantalla,
el cuerpo recuerda, memoria muscular,
la madera teñida bajo mis pies mojados,
amarillo lleno de espuma, olor a lejía y la sangre.
las marcas en mis rodillas raspadas,
el sudor, la sangre, el detergente manchándome las manos.

Incluso cuando cree que ha olvidado, vuelve a recordar.
Incluso cuando cree que ha perdonado, vuelve a arder.

Movimiento, rugidos, suspiros, gemidos. Gritos.
Él llamó, yo me masturbaba. ¡Qué bajón!, pensé.
Volvió a llamar y ya lo sabía, me paré, respiré,
teléfono suena, los gemidos retumban,
Y yo de pie frente al espejo practiqué la mejor sonrisa,
busqué el calzón negro entre la ropa de cama azul, colgué.

Solo un minuto de silencio antes del caos.
Silencio.
Blanco.
Silencio.
Blanco.
Caos.