22 de noviembre de 2008

Vaivén de vacios

El tiempo rueda acelerando el pulso

en mi muñeca marcada por un par de lágrimas y un amor;

el cielo se tiñe con el dorado de los días,

para vestirse luego con las galas de la noche.

La oscuridad llena el espacio que ocupaste,

aunque su bulla deja aún un espacio, un espacio

listo para ser ocupado por quien ya no quiere ocuparlo.

Corazones rotos enlazándose al ritmo de la música,

venas hirviendo con besos que desgarran labios ajenos.

Caricias que persiguen al minutero y no lo logran alcanzar.

Silencio en las palabras y un vaivén de vacíos

que me trenzan el cabello en sus tardes de ocio.

Papeles descoloridos a causa de los rayos,

caen tras la puerta de la cocina y la pila del reloj despertador se acabó.

11 de noviembre de 2008

Encuentros imaginarios*

Sudor chorreaba por su frente, golpeaba un saco de box y con cada golpe soltaba un grito y un fuerte respiro. La música la cegaba y por mucho que fuera el sudor que corría por su cuerpo mojando su camiseta ella no dejaba de golpear.
Una mano pequeña y callosa se apoya en su hombro y le dice que es tiempo de descansar pero ella sigue golpeando cada vez más fuerte e imágenes pasan por su cabeza, como si los últimos cuatro meses de hace dos años pasaran ante sus ojos en un parpadeo, los primeros besos, las primeras cariseas, su primera vez...
Las imagines desaparecían con velocidad y cada una se llevaba un poco de calor... Ella se llenó de frío y de calor, de ira, al verse sola frente a una pera pequeña; sudaba, su cuerpo casi sin fuerzas seguía temblando y aún así seguía golpeando. Por dentro gritaba, gritaba palabras que nunca pudo ni murmurar.
Recuerda la última llamada... En la mañana le había pedido que volviera, que se vieran una vez más. Que vuele por un beso y por el "te quiero" que no pudo pronunciar. Se cansó de pretender que estaba bien, que no extrañaba, que no necesitaba; sabía que todo había acabado y era hora de olvidar, pero no quería hacerlo sin decirlo, sin besarla...
Seguía golpeando y su cuerpo templaba, cada golpe que daba parecía que la derribaría. Su cuerpo empezó a templar y sus ojos oscuros quedaron abiertos y claros, el sudor como el pulso se aceleró. Ella parpadeó y calló.

4 de noviembre de 2008

Historia [de amor]*

Nada está dicho.
Aún me recuerda. Sé que lo hace, que cuando en su casa callan ella puede verme... cerca, tan cerca, como quiero estar de sus labios, de su cuerpo blanco y de su sonrisa, su inmensa sonrisa. Ella sonríe y me regala el mundo. ¡El mundo!. Y yo quiero ese mundo. Quiero que sus ojos claros me vean y sentir que nada existe e inventar pretextos para tocarla...
Nada está dicho.