4 de marzo de 2016

Caos

Memoria muscular.
Te montas en una bicicleta  y cruzas la arena
después de haber estado encerrada.
Equilibrio, pedales, timón, cabeza arriba.
Como cuando pasa y de repente sonríes
luego recuerdas y bajas la mierda.

El cuerpo recuerda. Mi cuerpo lo recuerda.
Recuerda como el calor se le chorreaba por entre los dedos,
recuerda la humedad, la recuerda el frío.
Recuerda  los gritos, las voces, las prisas,
y de pronto, el silencio, silencio, silencio,
ese silencio que emite un cuerpo cuando tiembla solo.

Solo con el nombre en la pantalla,
el cuerpo recuerda, memoria muscular,
la madera teñida bajo mis pies mojados,
amarillo lleno de espuma, olor a lejía y la sangre.
las marcas en mis rodillas raspadas,
el sudor, la sangre, el detergente manchándome las manos.

Incluso cuando cree que ha olvidado, vuelve a recordar.
Incluso cuando cree que ha perdonado, vuelve a arder.

Movimiento, rugidos, suspiros, gemidos. Gritos.
Él llamó, yo me masturbaba. ¡Qué bajón!, pensé.
Volvió a llamar y ya lo sabía, me paré, respiré,
teléfono suena, los gemidos retumban,
Y yo de pie frente al espejo practiqué la mejor sonrisa,
busqué el calzón negro entre la ropa de cama azul, colgué.

Solo un minuto de silencio antes del caos.
Silencio.
Blanco.
Silencio.
Blanco.
Caos.

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