17 de septiembre de 2008

Desaparecí*

Desaparecí porque me pediste que lo haga, me encerraste en una urna de cristal y empecé a amarte más que a mi propia libertad; soy bella como un ave cuando extiende sus alas en lo alto del altiplano, pero tuviste que enjaularme para apreciar y amar mi belleza.

Desaparecí tras tus celos absurdos y sin sentido. Poseías mi mente y mi cuerpo [cuando me dabas permiso], y no te bastó, nada era suficiente. El invierno se fue y me traicioné cuando llegó la primavera, cuando sentada frente a una taza de café y con un libro entre las manos decidí recuperar mis alas sin avisarte. Cola de caballo, argollas, delineador negro y un escote me impulsan tras unos rulos rojos; camino, camina, me pasa, la pasa, sonríe, sonrío, entra un bar, entro a un bar, una copa en la barra, una mueca, camina al baño...

Desaparecí. Me perdí días en desiertos de polvo, en olores que nublan mi mente; me ahogué en lagos de sabanas blancas y mares de ron. Desaparecí y me enredé en piernas largas, en hojas húmedas que trajo consigo el mes de enero; le fallé a quien creí amar, me falle a mí misma.

Desaparecí. Sigo aquí contigo y sin mí.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

vuelves, t pierdes un toque.
A.

Sandra dijo...

No.
No desapareces.
Aunque eres invisible te veo atraves de mi.

Unknown dijo...

Siempre logras verme, S.
Es por eso que quizas seguimos tan cerca.