30 de septiembre de 2008

More than sex*

Semáforos en rojo.
Una corta avenida Arequipa recorrida en plena luz. Dos mujeres van de la mano, unos audifonos conectados a un ipod rosa y un MP4 que guardan la cartera y el bolsillo de la casaca, van haciendo ruido y sin hablar. Cantan para callar los motores, las bocinas, los gritos de los cobradores y sus propios pensamientos.
Callan a Madonna y a Sabina, entran al café de siempre, ese que Vanessa odia y Lucía siente que se parece a ella por ser simple y ser el de siempre. Moka y un americano. Toman el café en silencio, sin música, sólo con la bulla de los autos, las voces de las otras mesas, las risas de la poeta de la mese de al lado y los gritos de la gente que sale o entra al ingles.
Vanessa la coge de la mano y en el silencio de una mirada revela lo que siente, esa pasión que se maquilla de amor y no puede esperar para quitarle la ropa de un jalón, mientras que la otra sufre para decir que no quiere ir a su casa, que quiere caminar por la playa escuchándola hablar, besarse sin llegar a más y tomar nerviosa su mano como dos niñas temerosas ante el primer beso...
La invita a su casa y Lucía, como siempre, acepta; en la puerta del edificio en San Isidro Lucía decide no entrar, la invita a caminar, a conversar. Suben al azul y van hacía Villa; aprovechan cada semáforo para besarse, cada sombra, ya en la playa, para acariciarse; caminan sin hablar, escuchando el mar y las olas les mojan los pies.
Vanessa mira a los ojos a Lucía dice te amo, Lucía no responde, se besan y caminan, el sol se esconde, la luna aparece y Vanessa quiere ir a casa.
Desde el cuarto de Lucía se pueden oír las olas que juegan con la arena, abren una botella de vino, se besan...
Lucía frena la situación molesta. Se pone de pie, la mira con los ojos llenos de amor, se pone lentamente la ropa y sale al jardín; Vanessa sin entender lo que pasa la sigue, la observa desde lejos; Lucía caminaba hacia el lugar donde duermen los perros, en la mitad de la noche, bajo un cielo lleno de estrellas y con las olas reventando a lo lejos dos perros hacía el amor.
Lucía mira a Vanessa: No muchas cosas nos diferencian de ellos, ¿verdad?.

5 comentarios:

Unknown dijo...

vaya
que tal historia eh?

gracias por la visita

bso!

hpereyraf dijo...

Auuuu dios! la historias lesbicas tienen ese toquecito de clase q quizás los hombres no podemos plasmar (x ser hombres claro), dime esto es d veritas? o ud tiene una imaginación tan fecunda ...

Madres haciendo y deshaciendo dijo...

azuuu!

buena historia!

XD

Abrazo

El Opinador dijo...

Es delgada la línea que separa al hombre racional de su instinto animal, y es la noche la que muchas veces hace menos visible dicho límite haciendo que nos adentremos en el campo de lo (para algunos) prohibido...

Saludos, buen blog :)

zeta dijo...

Precioso, somos tan animales en el fondo, ay, y ese fondo tan externo como lo que hacemos...Un beso, me gustó la melancolía...