7 de agosto de 2011

Siete

Tengo miedo y ya no entro tras el escritorio. Hoy siete tengo siete años de nuevo y bajo el escritorio todo parece más tranquilo, más pausado, más feliz. La música suena tratando de callar al silencio que no deja de gritar, y yo trato de ocultar mi hambre, mi necesitad. Son las 4 el silencio calla, el hambre aumenta y el desayuno-almuerzo se saca de un sobre y se sirve de pie junto al lavadero, y estoy sola. El silencio grita una vez más recordándome su presencia, se sienta al pie de mi cama y me habla, me habla y nunca calla.
Una vez más me despierto asustada pero ya no es de noche, el sol entra por la venta y quiero ir a buscarte, a besarte tanto, pero no te encuentro. Y la soledad me abraza y consuela mis lagrimas y ya no habla más, me mira, me acompaña y no habla más. Casi me contempla como quien lo hace con un cuadro que no logra entender. La soledad trata de llenar tu lugar y se siente tan vacío, ahora todo es tan frío.
El tiempo te hace olvidar, pero hoy sigo recordando tu olor cada mañana al acostarme, al poner la cabeza sobre tu almohada sigo sintiendo el calor de tus escasos cabellos oscuros y casi puedo escuchar los pasos lentos y cansados de tus tres pies. Corro como una niña a hundir mi cabeza en tus faldas y tratar de contarte mi día; sin darme cuenta tomo el teléfono
para llamarte. Espero encontrarte con algún dulce a medio comer en las tardes. Quiero meterme a tu cama cuando tengo miedo, quiero me calmes cuando lloro, quiero me digas que todo estará bien y que soy grande; quiero secar tus lágrimas y que tú seques las mías, quiero tenerte a mi lado y sentirme grande.
Tengo veintiún años, estoy sola y tengo miedo, tengo miedo porque no tengo fuerzas para inventar historias que me hagan sonreír.

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